Entrevista a Lubio Cardozo - La poesia salva. Por Lenin Cardozo
Entrevistamos a Lubio Cardozo, poeta, ensayista, investigador y ambientalista venezolano.
Lubio en una de tus recientes disertaciones planteas que ante las incertidumbres existenciales un camino es la poesía. Por que dices tu que la poesía salva?
La poesía salva por cuanto ella abre un espacio de alegría esencial en el desenvolvimiento de la existencia de su creador y también en su lector. Alegría esencial nunca accidental. La vida cotidiana en la mayoría de las personas la constituye ese conjunto de enlaces ordenados para mejor distribuir los haceres en el rígido sendero de las veinticuatro horas del día. Inclusive los placeres somáticos del comer, beber, amar van disimuladamente cautivos de esos grises eslabones de la cadena del tiempo, junto a las otras disimiles tareas, pocas veces gratas, impuestas por las necesidades a cumplir para garantizar la subsistencia. Este capítulo de las actividades cotidianas lleva un nombre pocas veces confesable: el aburrimiento, el tedio, la futilidad. Pues bien la poesía rompe, raja, abre un insólito espacio en la firme dimensión consuetudinaria para introducir la luz de la alegría insita, lejana de habitual reír corporal pero si consubstanciada con la jocunda libertad del almaespíritu.
La poesía en sí misma, ese algo así cual el sobrecogimiento de una sorpresa, sea cual el decir de la composición - dolor, pesadumbre,, amor, valentía, miedo bondad, la patria, lo heroico, ira, fiesta junto a tantos otros sentires - generara siempre esa recóndita alegranza señalante del reto de la libertad de imaginar, de buscar ese horizonte perfecto, posible, hecho de eternidad, de infinito, ofreciendo así ese otro sublime alimento del humanus, el encanto. Rescatar a las personas de esa fatalidad del aburrimiento, del tedio, significa el sentido salvante de la poesía, abrirle la ventana hacia el prodigio posible, una aventura en las secretas comarcas de la psiquis. Sorprenderá siempre la centella los cielos del estío en un atardecer con su estampido, su electrizante fuego al cruzarlos.
Hay además otro sentido histórico del destino salvante de la poesía cuando esta se convierte dadora del ser a algunos pueblos-naciones: La Grecia clásica, ombligo de la civilización occidental, cohesión o su existencia originaria gracias a los poemas, La Iliada y La Odisea. Los múltiples pueblos helénicos se aglutinaron con derecho histórico en torno a estos dos grandes poemas; se podría usar también una metáfora: La Iliada, La Odisea, "salvaron" la eternidad de Grecia y por extensión de todo el helenismo. Afirma al respecto el Diccionario de la lengua española, editado por la Real Academia Española, en su vigésima primera edición (Madrid, 1992), en el ítem 4 del vocablo "helenismo: Influencia ejercida por la cultura antigua de los griegos en la civilización y cultura modernas" (p. 1091). Pero además de esta esencia fundamental totalizante de Occidente, los países europeos han "salvado" su existencia espiritual sobre un poema enraizado con sus orígenes entre el mito y la historia: España, el Poema del Cid; Francia, Le Chanson de Roland; Italia durante la Roma Imperial, la Eneida de Virgilio; en la Italia moderna La Divina Comedia de Dante; o sobre la obra de un poeta vinculante con el ser del país, Holderlin en el caso de Alemania; de Ovidio en buena medida sólidamente incerto en los orígenes de Rumanía; Andrés Bello para Venezuela y Chile.
Lubio tiene sentido en el presente hablar de la poesía ecológica?
La frase "poesía ecológica" más allá
de una definición dogmática carece de propiedad literaria. Asaz diferente -tal vez allí el equivoco- a la larga tradición de la lírica occidental
de compartir parte de su manto poético con la exaltación del orbe silvestre al través
de las odas, de los himnos, ese magnífico canto al reino de los bosques, de las
praderas, de las arboledas, de sus herbazales, de la zoología con lo cual
aquellos y estos entretejen la libre simbiosis garante de la subsistencia.
En la civilización occidental la poesía
desde sus orígenes ha extendido también sus composiciones a la amorosa curatura
del entorno montés, las selvas, las montañas, las sabanas. Preciso muy bien dicho vínculo Andrés Bello,
hay entre la poesía (en su estrato de divinidad) junto a las francas florestas
un esencial connubio, lo afirmo en los seis primeros versos de su poema ALOCUCIÓN
A LA POESÍA,
"Divina Poesía,
tu de la soledad habitadora,
A consultar tus cantos enseñada
Con el silencio de la selva umbría,
tu a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compaña"...
(...).
Ya desde la
Iliada, desde la Odisea aparece el broche de Oro de la poesía con el
espacio del verdor, aunque este nunca va
sólo en sí mismo sino profundamente imbicado con la ruralidad, a la vera de los
campos agrícolas, sin olvidar al otro paisaje marino: las playas, los arrecifes
escarlatas cruzados en sus vigilantes círculos por las aves, si aca el arado allá
la pesquería , si aca la cinegetica allá la navegación, los viajes, si aca las verdeantes
lozanías allá los plurales azules ocranicos.
Heredero de la tradición literaria homerica
Publio Virgilio Maron en sus cantos de las Bucólicas, Geórgicas, Eneida - hace gala poética de la relación de esos
ambientes montaraces, agrícolas, marinos.
Ahora bien, para a Venezuela
circunscribirnos fue el naturalista, geólogo, botánico, zoólogo, geográfico, astrónomo
Alejandro de Humboldt (1760-1859), al lado de su compañero de expedición el botánico
Aime Bonpland (1773-1858) quienes revelaron a la ciencia occidental la inmensa
riqueza ecológica, paisajistica, de Venezuela en su complejo libro Viaje a
las regiones equinocciales del Nuevo Continente (cerca 1814). Quien primero reconoció el inmenso valor de
esta ópera magna de la ciencia occidental fue Bolivar quien en una carta
de 1820 define a Humboldt "el descubridor científico del Nuevo
Mundo". Otro venezolano Andrés
Bello vertió en el lenguaje de la poesía castellamericana la ubérrima naturaleza
del suelo hispanoamericano descrito por Humboldt, lo hizo en sus dos poemas
novomundanos ALOCUCIÓN A LA POESÍA (1823), LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA
(1826). Gracias al impulso de estas dos
grandes silvas paradigmas de la lírica de Andrés Bello muchos trovadores
nativos crearon la tradición de la poesía parientada a cantas el esplendor de
la flora, de la fauna del país pero estrechamente vinculada con la invitación
al desarrollo de la agricultura, esta noble costumbre literaria de poetizar los sublimes
territorios aunque siempre uncidos a la intención de las faenas agrícolas
se mantuvo durante buena parte del siglo
diecinueve. Se comenzará a producir el
deslinde entre estas dos singulares visiones del espacio con los poetas románticos
José Ramón Yepes, José Antonio Maitin, Adail Lozano. Adquiere con ellos lo artístico del paisaje
su autonomía, al través de las voces de estos bardos enarbolan su pertinente
hermosura formal libérrimo así cual sus misteriosos, sus secretos donde polulan
riquísimos seres. Las selvas, las
montañas, las llanuras, las florestas, en fin dueña de su belleza prístina, insita,
la cual sólo responde a su génesis. Salvaron así pues los románticos la
libertad del paisaje nativo.
Ya en el siglo veinte vuelven a retomar el tema del paisaje los poetas de
la Generación del 40, caen ellos también bajo el hechizo de estos sublimes
territorios, más ahora ellos enriquecen este tipo de composiciones con el
sentimiento conservacionista (lejano antecedente del ecologismo), son las
sutiles clarinadas de sus versos llamando a la preservación del verdor junto a
su cada vez más acorralada fauna, toca con sus estrofas las instancias políticas,
claman por su salvación aunque todavía no con la vehemencia de los futuros,
radicales, ecologistas. He aquí algunos
nombres de los poetas más representativos de ese movimiento llamado la Generación
de 1940: Carlos Augusto León, Carlos César
Rodríguez, Juan Beroes, Elisio Jimenez Sierra, Juan Antonio Gonzalo Patrisi, José
Antonio Escalona Escalona, Emiro Duque Sanchez, Benito Raúl Losada. Descubre a
la poesía Benito Raúl Losada un nuevo
horizonte, el paisaje urbano con su excelente poemario Lebab o los despojos
(Caracas, 1983), originalísimo
opusculo sobre Caracas, uno de los pocos cuya valiente temática, expresada en
la escritura de los versos define una larga, honda, terrible indagación sobre
la urbe cuyo fatum pareciera encarrilarse hacia otra Babel -Lebab- por el metafisico
desamor y desarraigo absolutos de sus habitantes. Cierrase este escrito con un poema del
mencionado libro donde se muestra el
hado lóbrego de la metrópoli acorralada por la miseria anímica y física, por la
marginalidad pavorosa, el caotismo, por su desprovisión de sueños, de futuro,
empujada por la fatalidad por un laberinto de penas, de abyección, de ecocidio,
de tragedia moral colectivas.
"LEBAB
Lebab, Lebab
¿Qué extraño viento te destruye?
¿Qué despiadada maquinaria
domino corazones y retinas,
depredadora insaciable,
para
el miedo que escondes?
Secos los manantiales. Roto el azul.
Densidad sofocante en el reloj herido,
sediento perro de mirada roja,
talud erosionado,
mientras desaparece a jirones tu estrella.
para
salvar tu alma?
¿Inútiles la rabia y el pavor?
¿Inútiles el llanto y la esperanza?
La confusión de lenguas, la dispersión humana
golpearon el orgullo.
Y ahora ¿que expiación
por la torre al infierno?"
Benito Raúl Losada
Por Lenin Cardozo
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